Hay toda una parte de la vida conyugal que uno, poco a poco, aprende a sobrellevar. Por ejemplo, es muy común que alimañas de todo tipo, o al menos las más conocidas, invadan eventualmente vuestro hogar. Entonces, las mujeres tenderemos a saltar arriba de una mesa si una cucaracha se nos aparece o si una araña osa caminar por alguna pared. Los hombre, sin embargo, tenderán a sacarse el calzado y darle murra al bicho hasta que las velas nu ardan.
Pero qué hacer cuando el muchacho en cuestión, es más bien medio bobo y maricotas, [no digamos maricotas, por su virilidad, sino más bien por una incapacidad de operar en situaciones de riesgo, muchas veces a raíz del miedo(?)].
Para ejemplificar este hecho, voy a relatar en tiempo real una situación que aconteció hace momentos en mi hogar, dulce y - lleno de bichos-, hogar.
"Miramos la tele y de repente se empieza a escuchar un chillido molesto y muy fuerte, indistinguible, dado que el televisor estaba realmente a un volumen alto. Que es ese ruido, le digo. Es un bicho, me dice. Matalo, le digo. Es un grillo, me dice. Matalo, le digo. Es un grillo, me dice. Matálo, la puta madre. Pero es un grillo, me dice. Pero matalo la puta que te parió. A todo esto, el grillo se canta la novena sinfonía de Beethoven mientras, indudablemente, en su idioma grilleril, se ríe de nosotros. ¬¬
SDD, se levanta mueve los pufs, revisa un poco, el grillo calla, y no hay nada. No hay nada, me dice. Se sienta. A los dos minutos el ruido otra vez. Matálo, le digo. Se para sin decir nada, corre todo, y como si se tratara de un indio a punto de matar un jabalí, lo aplasta. En ese instante se escucha un cruch, tipo papa frita. Qué bruto, pobre grillito, le digo. Es que era insoportable, me dice haciéndose el canchero. SDD, victorioso, vuelve a la silla, y me dice, voy a sacar la basura. SDD sale y el supuestamente grillo muerto, vuelve a hacer su ruido más fuerte que antes. Me paro, puteo, miro a ver si lo veo pero nada.
Entra SDD, con cara de ¬¬ le digo el grillo está vivo. Me dice, debe haber sido otra cosa lo que pise. Y sí, no creo que el grillo sobreviva a un calzado número 44. No, me dice. Se acerca, mira, y vuelve hacia mí, voy a buscar al gato, me dice".
Bien, aquí vemos que, la inutilidad es inherente a algunos hombres, por lo tanto, mis queridas, siempre tengan un gato en sus casas o vivirán rodeadas de bichos.