Efecto babosa

Oh sí...

Me despierto pensando que hoy es el día, hoy justamente hoy, que este benemérito blog cumple 3 años, tengo que ir al dentista.

Mi madre desde bien temprano me pregunta sistemáticamente a qué hora me voy, como si estuviera esperando a que me vaya para armar alguna partuza. Por Milésima vez le digo: a las 4. Pasa toda la mañana, pasa el medio día sin pena ni gloria, y a las 15:30 parto rauda para el consultorio. Claro ustedes dirán que tarde que sale, y no, porque el dentista, mejor dicho LA dentista, queda a 3 cuadras de mi casa. Oh sí, eso es lo único positivo que tiene.

Llego. No hay nadie, vamos carajo, pienso. A los dos minutos de mi festejo mental entra una mina con una nenita. Una nenita bastante linda y tranquila que se sienta a leer revistas. Pero claro, como todo tiene su lado malo: la pendeja pasa las hojas como si fuera a arrancarlas. La madre la mira, me mira, la miramos. La pendeja no se da por aludida. A los 15 min. Sale la dentista, y yo toda pomposa porque son las cuatro me emociono como perro ante churrasco, pensando que por primera vez en mi vida me van a atender al horario en el que me citan, pero no. La pendeja pasa primero, sólo le faltó sacarme la lengua. ¬¬
Al ratito entra una vieja con una pendejita de 8 años, a la que llamaremos número 1, y otra más chiquita, tipo 3, ponele, a la que llamaremos número 2. Se sientan en frente mío. La pendeja número uno se hace la cancherita y no me la banco. Me da ganas de pegarle un trompadón. La chiquita rompe un poco las pelotas, pero me cae más simpática que la otra, porque por lo menos no habla. ¬¬, cara de ¬¬ para la pendeja número uno, que se quiere hacer la grande y bardea a la chiquita. Le odio.
Las miro y pongo mi cara de orto por defolt, porque la pendeja número dos, se pone a gatear y me obliga a sonreír. O sea, qué onda por qué tengo que sonreírle a una pendeja que no conozco, por qué tengo que sonreír en el dentista, en verdad, por qué tengo que sonreír at all ¡¿estamos todos locos!?
Me hago la que hablo por teléfono porque la pendeja número 2 gatea y me mira, y todavía no soy tan conchuda como para no sonreírle a una pendejita que no habla, pero ya me re pudrí. Sale la dentista y, por supuesto ¿a quién atiende primero? Síiiii, a la pendeja número uno. Listo, en mi mente estoy re caliente y quiero decirle a la pelotuda que pasa los turnos si realmente se lo dio a la Doctora, pero me contengo. Malditos. Puteo en 24 idiomas. Pero sobre todo cuando veo que entra un tercer pendejo de aproximadamente 8 años también. Yastá, ahora tengo que fumarme ver pasar a todos estos pendejos de mierda y yo, como una pelotuda, acá esperando, pienso.
Luego de ver a todos los pendejos quejarse, llorar y patalear por la espera, por fin me toca a mí. La mina me atiende y descubre que tengo mis primeras dos caries, oh sí, mi boca era virgen de caries  y me dice, qué linda dentadura. Gracias, gracias, le digo. La mina es buena onda, pero la buena onda mía se acaba cuando veo venir la aguja de la anestesia. Aunque soy macha y me la banco, mantengo mis fauces abiertas más o menos media hora.
La mina me arregla la caries y me dice, mirá, te parece que arreglemos la otra. Yo con media boca adormecida y también medio drogada en general, le digo, y dale. Me pone anestesia de la otra mitad de la boca y procede a hacer lo propio. Bien. Todo muy lindo no me dolió, es cierto. Pero yo después de salir de ahí debía enfrentar a los empleados y, antes debía ir a comprar un regalo. Claro, cuando llegué al local de ropa tuve que decirle a la vendedora que me avisara si estaba babeando porque no sentía el labio de arriba. Oh qué momento poco cul, por dios. La mina se rió de janeiro, pero yo que generalmente me porto a legre, no lo estaba. De verdad todavía no siento el labio y tengo la sensación de babear constantemente, tengo que tocarme para verificar que esta todo sequito.
Cuestión que llego a la sucursal, charlo con la encargada y con mi buen amigo joselo, y de pronto se escucha un plaffff, nos miramos, chau, le digo, se mató alguien, se cayó el techo, me dice joselo. Noooooo, corremos, y sí, efectivamente algo se había caído. Pero no era el techo: una pendeja pelotuda de aproximadamente 9 años, se había colgado del mostrador y lo tiró a la mierda. La abuela, que era quien estaba con ella ¿qué hizo?, sin siquiera pedir disculpas, le compró el helado. Qué grande, vieja de mierda, con adultos así ¿cómo pueden salir los pendejos?. Mi Dio. Rato después partí para mi hogar para hornear unos ricos muffins que voy a obsequiarle a una amiga chumorrou y, además, para festejar el fuckin cumple blog, Yeah, ahora babéense ustedes. Herejes.

Bien, además y para concluir, les cuento que, entre los primeros 150(¿) que dejen comentarios, voy a efectuar el sorteo del viejo y querido Monstercat que, probablemente, viaje hacia otro destino con sus muñoncitos y una capa parecida a la que utiliza mi gato, [pero que en verdad es de vlad]. Ahora, mátense entre ustedes. Oh sí! Babosos!!!

Con Ustedes, Mooonstercat! yeah!!

Por favor, vean el detalle de los muñocitos. baba!