En este momento solo quiero gritar, gritar y gritar. Antes que verle la cara de nuevo al auditor, prefiero que una boa me coma las piernas, desde el peroné hasta el muslo. (Masticá bien boa, no sea cosa que te atragantes con alguna astillita de hueso y después ya no me sirvas como arma inquisidora). No puede ser que otra vez venga a auditar. Entiendo que su ineficiencia y su falta de raciocinio hace que demore más de lo deseado en ejecutar una tarea tan básica, como lo es vigilar el trabajo ajeno, Pero ¿por qué tengo que padecer su falta de eficacia?. Otra vez verle la cara de mono enardecido, cuando el sistema se tara. No, no, no. Me niego rotundamente. Otra vez escucharlo preguntar por el Maldito SIAP, quejarse porque la conexión es mala, aplaudir cómo foca desahuciada cuando logra la coordinación viso-motora que implica mirar el teclado y apretar Enter, saludar con cara de ´galán latino´ a la recepcionista del 2 piso, hacer comentarios innecesarios, acerca del campo y las ´obvias´ soluciones que, ´si fuera por él´, implementaría. ¿Por qué, por qué, porqué?. Y el llanto, producto de tamaña noticia, comienza a brotar desde mis cuencos, y se desparrama por mi cara, brota, brota, como brote de soja.

´Oh, my Lord, haz que la crisis de combustible se estacione y no haya micros, ni aviones, ni nada, durante 2 años´.