Mi vida esta regada de incoherencias. Recuerdo aquella vez que en el colectivo una nenita, [a.k.a una boluda de 10 años], que venía sentada de espaldas al conductor se echó un pato del tamaño de Rusia en el medio del pasillo. Claro, de pedo no me salpicó pero tuve que aguantarme las ganas de lanzar por el resto del viaje. Por supuesto, el resto del viaje fueron 2 cuadras porque me bajé para tomar un taxi.
También recuerdo esa vez en que el gato se tiró desde mi balcón a la terraza de la casa de al lado, en la que casualmente no había nadie, y tuve que llamar a los bomberos un domingo a la 1 de la mañana para que lo bajaran porque no había forma de rescatarlo.
O esa vez en la que el espejo del baño explotó sin motivo aparente, y por lo que hoy en día creo fervientemente que en mi casa hay algún duende malvado que cambia las cosas de lugar, o que hace explotar espejos.
Ni hablar de la vez en que el balde que recibe el agua que cae del aire acondicionado, salió volando y, misteriosamente, apareció colgado de un cartel de alquiler.
Sí, todo eso demuestra que mi vida es un recontto de situaciones bizarras, que perfectamente podrían formar parte de una sit com. Lo sé.
Pero esto que acaba de suceder no tiene precedentes.
Resulta que hoy, salimos con SDD muy tranquilos a comer sushi, dado que es la última noche en Praia dos Ingleses, [porque mañana vamos para Mariscal, yey], y consideramos que era un motivo real para brindar, con sidra real con sidra real y, de paso, comer un rico New York Roll.
Llegamos al lugar y en el camino nos llamo la atención la cantidad de policías que habían parados en una esquina, por lo que SDD intuyó, ‘ah deben estar haciendo controles’. Qué bien, qué bien. [Esto me recuerda cuando ayer, antes de que nos estafaran comprando relojes truchos en la playa, SDD dijo ‘qué tipo confiado’ porque dejo 4 microsegundos los relojes en nuestro poder, mientras ajustaba la malla de uno que le habíamos comprado. Nota mental: no escuchar las apreciaciones de SDD]
Bien. Llegamos al lugar, que está a unas 7 cuadras, comimos bebimos, pagamos [maldición], y decidimos emprender el regreso lentamente. Caminamos 1, 2, 3, 4, 5, cuadras, y a 200 metros de llegar a la Pousada, vemos venir corriendo a mucha gente: niños y adolescentes corrían mejor dicho, escapaban (¿) en bicicleta, mientras nosotros, en nuestra nube de pedos, intentábamos comprender de qué.
Metros después de que la catarata de escuincles pasaran, dos coches de la policía pegaban la vuelta a toda velocidad. Chau pensé, se armo la gorda(¿). Y no. no se armó nada. A escasos 10 metros, vimos el motivo de tanta corrida: Un toro negro enorrrrrrrrrrrme se aproximaba hacia nosotros.
La puta madre, en ese momento, el cagaso padre de tener, literalmente, el toro por las astas (¿) a poquitísimos pasos, hizo que me pusiera a rezar. No así SDD, que gritaba como nenita histérica y trataba de llevarme hacia la calle, para evitar que el bicho me levantara como sorete en pala. Pero, claro, yo que soy un ser inteligente, pensé: el bicho corre porque está asustado, si yo corro o grito, seguramente llame su atención y me quiera empalar, en cambio si me quedo piola y lo dejo pasar, no me va a hacer nada. Dicho y hecho, me quedé quietita contra la pared, mientras SDD bajaba hacia la calle, el toro en el mismísimo instante en que SDD corria y gritaba como enajenado, hacía gestos extraños y, si bien venia corriendo derecho por la vereda, bajó hacia la calle en su búsqueda.
Menos mal que en ese mismísimo instante y producto de que SDD se tiró intespectivamente arriba de un auto, la frenada hizo que el toro rajara nuevamente hacia la vereda, sino ahora estaría juntando a SDD en pedacitos.
Y bueno, una vez recuperado el cara dura me dijo: yo arriesgue mi vida por vos, sólo trataba de llamar la atención del toro para que no te llevara puesta.
Ay ay ay, con súper héroes así, dónde vamos a ir a parar, ¿eh?