Quilty Moment

Salgo del trabajo A, dispuesta a llegar al trabajo B. en el medio: se interpone mi casa. Por lo tanto, hago la parada en mi casa por default, antes de continuar viaje.
Estando en mi morada, descubro que son muy pocas las ganas que tengo de ir a la oficina, -por no decir nulas-.
Casi instintivamente, sigo mis deseos y me quedo, al canto de: hago las entrevistas acá. De los 4 postulantes, no hay uno que encaje con el perfil solicitado. Estoy re podrida de entrevistar gente, pero es mucho mejor que tener que estar liquidando sueldos como un mono enajenado, así que me digo: esto es mejor que lo anterior, bancátela. Me gusta lo que hago, pero eso no quiere decir que no me pueda quejar, ¿ok?.
Me llaman de la sucursal que queda más en el-culo-del-mundo-pegando-la-vuelta. Me avisan que al delivery le secuestraron la moto por, [pelotudo], no tener los papeles al día. Un boludo con Licencia. Todo esto me saca, obligadamente, de mi hogar en vistas de que, no saben resolver una situación semejante. Voy en taxi, a cargo. Llego y había un par de empleados almorzando, hablaban de no sé qué tema relacionado con cucuruchos. Pero por Dios, no les alcanza con vivir entre conitos y cucharitas de plástico que encima utilizan su hora de descanso para debatir al respecto. Quiero gritar, porque cuando llego ya resolvieron qué hacer con el tema del Delivery sin moto y pelotudo. Qué onda loco, para que me llaman.
Salgo y me encuentro con que estoy en un lugar re lindo. Me hago la Healthly me digo, no, no tomés un taxi, caminá. Ok. Camino 4 cuadras y empiezo a hacer gesto como si estuviera bailando la tarantela. No hay caso, no pasa un puto taxi.
Camino, 4, 6, 8, cuadras, y nada. En eso dobla un remís pero como no veo una vaca en una heladera, sigue de largo, fuck.
Me resigno y camino como 20 cuadras. Me doy cuenta que me duelen las piernas a causa de los zapatos-de-mierda. A lo lejos veo una YPF. Ok. Entro, me siento, me tomo 5 minutos, me tomo un té, y me siento en un momento muy novela-de-la-tarde. Mirando por la ventana el sol, y las montañas. Bueno, corto un toque con la onda María-de-Nadie cuando entran 4 pendejos a los gritos cantando cómo urracas desquiciadas. Ok. Se terminó la paz. Mi momento de relajación quedó en el olvido. Fuck.
Salgo, dispuesta a caminar otras 400 cuadras, pero no. Oia, aparece un taxi. Me subo. El tachero tenia ganas de charlar, la puta, es como si tuviera un cartelito en la frente que dice, ‘soy-luisa-te-escucho’. El tipo me cuenta que se le murió la madre, pinta re depresivo, me pregunta a dónde voy, si estoy trabajando, y yo que vengo de tomarme el té de las 5 en la YPF, re cara dura, le digo que sí, que estoy re cansada (¿?), y que quiero llegar ya mismo a mi casa, onda, ¡apurate!.
Me pregunta que hago, y tengo un momento muy confuso, si le digo que soy psicóloga, cagué, me agarra de terapeuta, si no le digo que soy psicóloga, pienso que es re injusto negar mi profesión porque estudié mucho… ¿le digo, no le digo, le digo?, NO. No le digo un carajo.
El tipo me dice, ‘éstos días hace una calor’ terrible. ‘Una calor’, pienso. Hijo de puta. Y me da lastima que me diga, ‘una calor’. Tengo un Quilty-Moment-With-Myself, y me siento mal, pobre tipo. Pienso en decirle que no se dice ‘una calor’, sino calor, así, a secas. No le digo una mierda. Estamos cerca de mi casa. Mi vieja está de visitas, y en el taxi ya voy imaginando nuestra conversación: ¿Ya llegaste?. No todavía estoy en la oficina, pero soy un holograma de mi misma. A lo que mi vieja respondería, ah. Claro, ya no me extrañas.
Entonces pienso, no le voy a decir así porque si se enoja, no me va a querer hacer la ensalada de lechuga. Y odio lavar lechuga.
Llego y contra todo pronóstico mi vieja no estaba. Mirala vos a la vieja, Mirala. Una notita que dice, ‘me fui al centro’. Oíme, vos no conoces la ciudad, no podés salir sin avisarme, pienso. Vieja atrevida, por Dios!.
El gato, me recibe, muy muerto de hambre, puteo un rato porque no hay nada para tomar. Pero al rato llega mi mami con una Coca fría. ¡Cómo la voy a extrañar!. Fuck.